Tras su entrega a la Fiscalía, el hijo del presidente boliviano enfrenta un proceso por violencia familiar mientras la sociedad debate sobre la justicia y la influencia del poder político.
La comparecencia de Luis Marcelo Arce Mosqueira ante la Fiscalía de Santa Cruz marcó un punto de inflexión en un caso que había escalado rápidamente en los medios y en la conversación pública. Su decisión de presentarse voluntariamente, después de una orden de aprehensión y una alerta internacional de Interpol, generó distintas lecturas en el ámbito político y ciudadano.
El proceso se originó en una denuncia presentada por su expareja, Mary Carmen C.B., quien lo acusó de agresión física, reportando doce días de impedimento médico. Pese a que la mujer retiró su denuncia semanas atrás, las autoridades aclararon que el desistimiento no anula automáticamente la acción penal, lo que mantiene activo el expediente judicial.
La fotografía difundida desde las oficinas del Ministerio Público, en la que se ve al hijo del mandatario firmando documentos junto a la fiscal Jéssica Echeverría, simbolizó tanto el cumplimiento de una orden legal como el inicio de un nuevo capítulo en la causa.
Mientras tanto, la población observa con cautela el desarrollo del caso. Algunos sectores piden que se respete la independencia de la justicia y se eviten presiones políticas; otros, en cambio, reclaman igualdad de trato y transparencia absoluta.
Arce Mosqueira, por su parte, aseguró a su entorno cercano que confía en que los hechos se aclaren ante la ley. La Fiscalía continúa evaluando los antecedentes del proceso, en medio de una atención mediática que sigue cada detalle y que ha convertido este episodio en uno de los más comentados del escenario político reciente.
