El régimen iraní se adjudica una victoria estratégica tras detener la ofensiva sionista y mantener a raya a Estados Unidos; la guerra relámpago deja secuelas en Tel Aviv y consagra a Irán como potencia de resistencia.

Con datos de Hispantv.com

La guerra no siempre se gana con más armas. A veces, basta con paciencia, inteligencia y un poder militar preparado para actuar en el momento justo. Eso es lo que ha hecho la República Islámica de Irán, que en apenas 12 días logró frenar la arremetida de Israel y sus socios, imponer condiciones en el terreno de batalla y, finalmente, dictar los términos de una tregua.

Teherán afirma que fue su ofensiva, quirúrgicamente planificada, la que obligó al alto el fuego. Sus Fuerzas Armadas, dice el gobierno persa, no solo resistieron los ataques sino que respondieron con precisión: la base estadounidense de Al-Udeid y diversos objetivos en territorio ocupado fueron golpeados con misiles como parte de la operación “Verdadera Promesa III”.

El Consejo Supremo de Seguridad Nacional lo resumió con una frase: “El enemigo fue obligado a arrepentirse”.

Ese “enemigo” tiene nombre: Israel y su ejército, respaldado de cerca por Washington, que no pudo impedir que su aliado fuera golpeado ni mantener su propio dominio narrativo sobre el conflicto.

UNA PAZ VIGILADA: EL DEDO EN EL GATILLO

Irán no se confía. Ni siquiera en la victoria. Lo deja claro en su último comunicado: sus tropas se mantienen listas, con el dedo en el gatillo, ante cualquier posible agresión. La doctrina es clara: tolerancia cero, respuesta inmediata.

Desde su perspectiva, el enemigo ha sido derrotado no solo militarmente, sino también estratégicamente. La unidad del pueblo iraní, su confianza en la autodefensa y su capacidad tecnológica rompieron el esquema que los adversarios esperaban imponer.

El Estado Mayor de las Fuerzas Armadas desmintió categóricamente los rumores difundidos por medios occidentales sobre un nuevo ataque iraní tras la tregua. Acusa al régimen israelí de propagar noticias falsas para dañar la cohesión interna y abrir un nuevo frente: el psicológico.

ISRAEL Y LA DERROTA QUE NO QUIERE NOMBRAR

Incluso entre sus propias filas, el régimen sionista comienza a ser interpelado. El general retirado Yom Tov Samia lanzó una crítica feroz al gobierno israelí. La ofensiva, según él, fue costosa e inútil: no logró destruir las instalaciones nucleares iraníes ni frenar el avance de la República Islámica.

“Pagamos por una paz efímera con un precio demasiado alto”, lamentó el excomandante del sur israelí. Asegura que Irán no solo resistió: determinó cuándo y cómo acabar el conflicto, una señal de su poder en ascenso.

UNA GUERRA, MUCHAS DERROTAS PARA OCCIDENTE

La derrota no es solo israelí. Es también estadounidense. Washington observó cómo sus bases eran atacadas sin poder impedirlo, y cómo su aliado más cercano en la región era puesto contra las cuerdas.

La operación “Verdadera Promesa III” no se limitó al campo militar. Su verdadero objetivo era político: demostrar que Irán puede hacer retroceder a las potencias occidentales. Lo logró. Hoy, es el único país en Medio Oriente que ha frenado con armas a Israel y lo ha obligado a firmar una tregua sin condiciones.

UN NUEVO LENGUAJE DE PODER

Para Teherán, la victoria no significa euforia, sino claridad. Sabe que el conflicto puede reanudarse. Pero también sabe que ha enviado un mensaje al mundo: Irán no es una pieza débil del tablero, sino un jugador con capacidad de veto.

El nuevo lenguaje que propone es el de la disuasión activa. Una forma de resistencia que combina fuerza militar, cohesión social y narrativa nacional. Una fórmula que, por ahora, parece imbatible.