La histórica jornada electoral abre un mes decisivo para definir el rumbo político del país, marcado por una izquierda fragmentada y la inesperada consolidación de dos proyectos de derecha.

Por primera vez en la historia democrática del Estado Plurinacional de Bolivia, la ciudadanía deberá acudir a una segunda vuelta para definir quién ocupará la presidencia durante los próximos cinco años. La jornada electoral del domingo dejó un escenario tan inesperado como histórico: Rodrigo Paz, candidato de tendencia centro derechista y conservadora, y Jorge “Tuto” Quiroga, referente de la derecha radical libertaria, se convirtieron en los dos aspirantes más votados, dejando fuera de carrera a todas las fuerzas progresistas que dominaron la política boliviana en las últimas dos décadas.

Con un 32 % de los votos válidos, Rodrigo Paz se instaló en primer lugar, seguido por Quiroga con un 27 %. Ninguno de los dos alcanzó el mínimo requerido por la normativa electoral –40 % con una diferencia de diez puntos sobre el segundo candidato–, lo que obliga a convocar a una segunda vuelta el próximo 9 de octubre. A diferencia de procesos electorales anteriores, la etapa electoral no concluyó la misma jornada, sino que se prolongará durante un mes más en el que se definirá el futuro político del país.

Las primeras horas tras el cierre de las mesas electorales estuvieron marcadas por el desconcierto y la sorpresa. Desde 2005, cuando el Movimiento al Socialismo (MAS) accedió por primera vez al gobierno, todas las elecciones presidenciales fueron resueltas en la primera vuelta. En esta ocasión, la fragmentación del bloque progresista, sumada a la irrupción de nuevas fuerzas conservadoras, modificó la dinámica habitual y produjo un cambio profundo en el tablero político.

Uno de los actores tradicionales, Samuel Doria Medina, volvió a quedar relegado en los comicios, confirmando una tendencia que se repitió a lo largo de sus cinco anteriores postulaciones. Consciente de su escaso nivel de apoyo, fue uno de los primeros en reconocer la victoria parcial de Rodrigo Paz y en manifestarle públicamente su respaldo para la segunda vuelta. “El momento exige sensatez y responsabilidad para evitar que el país se divida aún más”, señaló en su mensaje desde la sede de su partido, marcando así el inicio de una posible coalición conservadora.

En el otro extremo del espectro político, el bloque de izquierda sufrió una de las peores derrotas desde el retorno a la democracia. La dispersión del voto progresista, el debilitamiento del MAS y el llamado al voto nulo hecho por el expresidente Evo Morales provocaron una caída dramática en los porcentajes obtenidos por las distintas fuerzas de izquierda. El voto nulo, que supera el 20 %, es interpretado por analistas como una forma de rechazo a la falta de unidad y a los enfrentamientos públicos entre los principales líderes del proceso de cambio.

Andrónico Rodríguez, considerado por muchos como el heredero natural del liderazgo de Evo Morales, obtuvo un escaso 8 % de apoyo, sin lograr captar el voto juvenil y urbano que en otros momentos respaldó al proyecto del MAS. Su campaña, centrada en la reivindicación de los logros históricos de la izquierda, no consiguió conectar con un electorado que demanda propuestas más concretas frente a la crisis económica actual.

Eduardo del Castillo, designado como candidato en un momento de urgencia tras la decisión del presidente Luis Arce de no ir a la reelección, obtuvo poco más del 3 % de los votos. Su presencia en la contienda fue percibida como un intento de último momento para salvar la sigla del MAS, pero la falta de estructura y el desgaste acumulado por su gestión en el Ministerio de Gobierno dificultaron su posicionamiento. En tanto, la candidatura de Unidad Popular tuvo una performance modesta, sin capacidad real para alterar los resultados.

Ante este panorama, la campaña para la segunda vuelta se anticipa intensa y polarizada. Rodrigo Paz buscará consolidar su liderazgo como una alternativa moderada, capaz de garantizar estabilidad económica y continuar algunas políticas sociales implementadas en los últimos veinte años. Para lograrlo, necesita atraer al electorado de centro izquierda, al que intentará convencer de que su gobierno no implicaría una ruptura absoluta con las conquistas sociales logradas en el pasado.

Por su parte, Jorge “Tuto” Quiroga orientará su estrategia hacia los sectores urbanos y liberales, insistiendo en la necesidad de reducir el tamaño del Estado, promover la inversión privada y avanzar hacia una economía completamente abierta. Su discurso, cargado de críticas al “estatismo” de las últimas décadas, buscará capitalizar el malestar de aquellos ciudadanos que consideran agotado el modelo de desarrollo impulsado por el MAS.

Las organizaciones sociales y sindicales que tradicionalmente respaldaban al bloque progresista se encuentran ahora ante un dilema complejo.