Tic tac, tic tac, es el sonido que a nadie le gusta, especialmente cuando el tiempo se agota; parece que ese molestoso ruidito se acelera cada vez más en el fútbol boliviano que hace 26 años está en caída libre, claro si vemos hacia atrás, esa caída libre era normal, con algunos picos de alegría.
Mundial del 30, fuimos por invitación, lo mismo pasó el 50, pos Segunda Guerra Mundial, ¿el 63? Salimos campeones de América, no me pregunten porque o contra quienes, en los papeles está escrito que en al final le ganamos a Brasil, ¿Qué Brasil?, no me interesa, pero fuimos campeones.
Tuvimos que esperar el 77, 14 años para ilusionarnos con ir a un mundial, el de Argentina 78, pero la liguilla final de Colombia, nos devolvió a la realidad, no tenemos el boleto y a ese mundial se fueron Brasil y Perú; nosotros nos quedamos con la ilusión.
Entre ese año de eliminatorias y el 90, nació la Liga Profesional del Fútbol Boliviano, con la ilusión de tener mejores jugadores, buenas divisiones inferiores y que los clubes denominados grandes se desteten de las asociaciones departamentales.
¿Qué logros tuvimos en esa primera etapa?, a nivel Clubes, Wilstermann, Blooming y Bolívar llegaron a una semifinal de Copas Libertadores, parecía que el fútbol boliviano repuntaba. No me cuestionen el tipo de torneo, la forma de juego, los rivales; se llegó y punto.
En esa etapa, aparecieron dos escuelas de fútbol, Tahuichi Aguilera en Santa Cruz, y Enrique Happ en Cochabamba, los dos dieron saltos cualitativos y proporcionaron jugadores de calidad para nuestro medio, pero no para internacionalizarlos, no tuvimos el orgullo de decir, le interesa a Boca, a River, a Real Madrid, Barcelona u otro club.
Salvo Melgar, que se fue a Boca, a prueba tras la sanción disciplinaria en el fútbol local, no tenemos otra imagen en un grande de América.
El 90 tuvimos nuestro gran repunte, bueno el 89, con las eliminatorias a Italia, que nos dejó fuera por varios goles, cuatro en total y no como la prensa metió en la cabeza de todos que era por un gol. Uruguay marcó siete goles en ese evento y recibió dos, Bolivia hizo seis goles y sufrió cinco veces, la diferencia fue de cuatro goles entre Uruguay y Bolivia que igualaron a seis puntos.
Esa selección fue la base para las eliminatorias mundialistas del 93, el mejor pico en este torneo que te clasifica para la justa más importante de mundo.
Todos sabemos la clasificación a la Copa del Mundo del 93, con jugadores que estaban en la edad ideal, y algunas figuras que emergían como las futuras leyendas en un pueblo chico.
Esta alegría nos duró el 94 jugando la Copa del Mundo, por tercera vez para Bolivia, otra vez no me pregunten como, y dejándonos un sabor a poco.
El 97 fue nuestra última (triste alegría) salimos segundos en la Copa América realizada en casa, nuestro rival fue Brasil, como el 63 y nos metió tres goles, con una brillante actuación de Ronaldo Nazario.
En fin, con esos efímeros picos de alegría, Bolivia nunca estuvo en la palestra del fútbol Sudamericano, claro estaba codeándose entre los seis primeros del continente, estábamos por encima de Colombia, Ecuador, Venezuela, y la peleábamos nuestro cuarto a sexto lugar con Perú, Chile, Paraguay.
Hoy la realidad es diferente, No tenemos a quien pelearle el último puesto; todos nos superaron y nos dejaron atrás y la caída es más dura, porque no tocamos fondo, seguimos bajando y bajando, y nos damos cuenta que no le ganamos a nadie; viene Panamá y nos pinta la cara.
Colombia tuvo un proceso local con Pacho Maturana que les dio las primeras bases de como armar un plantel integral (divisiones menores, equipo intermedio y plantel profesional) y después miraron la selección.
Ecuador tuvo a Dussan Draskovic, que llegó a Bolivia intentó hacer el mismo proyecto de Ecuador y le dieron una patada mediante las camarillas de jugadores que no querían dejar la selección.
Venezuela, muchos hablan de Farías, de Páez como los padres de la nueva criatura, pero no es así, el ideólogo de transformar el fútbol venezolano, fue un hombre argentino, que vivió gran parte de su vida en Bolivia y nadie le tiró pelota, Walter Cata Roque.
Cata Roque empezó a armar desde abajo toda una estructura que le permitió a Venezuela salir del fondo de América, empezar a mostrarse más por su fútbol que por su belleza; ojo para este lado del continente, porque para el norte es el béisbol, su deporte favorito.
Hoy miramos a esas tres selecciones con años de diferencia en formación y capacidad futbolera.
En Bolivia puede dirigir, pedrito el barrendero, con el respeto a ese rubro de trabajo, o Scaloni, que es el técnico de moda en el mundo y no saldremos del pozo.
Y uno se pregunta ¿por qué?, y la respuesta es simple, nunca nos interesó armar una base adecuada para la formación de deportistas de élite en el fútbol (ojo pasa en todos los deportes en Bolivia), y tampoco los dirigentes, que el 77 se destetaban de las asociaciones se pusieron a trabajar para tener esa base.
Las alegrías efímeras de nuestro fútbol siempre nos pusieron una venda en los ojos y llegamos a creernos los mejores del mundo.
Fracaso tras fracaso, es el andar del fútbol boliviano, y si Soria, Díaz, Zago, Etcheverry o quien a ustedes se les encante decide asumir la dirección de la selección tendrá el mismo camino del fracaso, ahhh y con los mismos jugadores, no tenemos otros, podemos cambiar a tres o cuatro, pero seguirán jugando como se hace en el torneo doméstico.
Aquí hay dos culpables de toda esta serie de fracasos, primero el hincha el fanático, que pide resultados y no es siquiera socio de un club, a más de aportar con un abono anual para entrar a los partidos, no le aporta nada al fútbol, encima pide cambios, pide jugadores de primera, pide que el equipo llegue a la Libertadores, pero no llena ni las graderías para alentar a su club.
Y el segundo culpable es la dirigencia, que se emociona con llegar a una libertadores o sudamericana y gasta sus pocos ingresos en jugadores que llegan a Bolivia para quemar sus últimos días de jugador.
Pero su responsabilidad va más allá, porque nunca miraron hacia abajo e invirtieron en sus bases formativas.
Se preguntarán y los jugadores, esos que entran a la cancha, ¿No son culpables? Claro que lo son, No por el eterno mal momento, sino por la pérdida de la mística, de esas ganas de vestir la Verde, no es lo mismo que te convoquen porque no hay otro en tu puesto y que vayas por cumplir, a que te convoquen para que te mates en el campo de juego.
Los jugadores perdieron ese orgullo de calzarse la camiseta nacional (salvo algunos) y les importa si ganan o pierden.
Este tema es otro capítulo para escribir.
Esto significa que no tendremos el repunte futbolero en los próximos 10 años y nuestra caída libre seguirá ahondando nuestra crisis.
Por Marco Santivañez
Periodista